Sacrificio expiatorio... ¿Qué mayor sacrificio que el tuyo, que te fuiste a morir como de rayo? ¿que expiación sino la del dolor amargo que hemos ido supurando tus hijos y tu esposa? Tu muerte es nuestra, y también de cada uno de nosotros. Y si bien es cierto que los tres estuvimos ahí hasta tu último aliento, como testigos y guardianes a la espera de la postrera sombra, también es cierto que cuando se abrió a nuestros pies el abismo de tu muerte, ninguno fue capaz de asirse del otro.
Y desde entonces los tres, a nuestro modo tratamos de expiar nuestro dolor, de aguantar el llanto, de buscar tablas de salvación en el mar del sinsentido que es tu muerte. Siempre cerca uno de los otros pero nunca juntos. En la pena por tu ausencia estamos solos y a la deriva.
Siempre te asocié con el mar, pero apenas ahora, después de un lustro me doy cuenta que no eras el mar, eras el galeón que (ante la incertidumbre de la vida) nos llevaba a buen puerto.
Me ha tomado cinco años darme cuenta... me ha tomado un lustro...
¿cuándo acabará la expiación del sinsentido?
¿cuándo acabará la expiación del sinsentido?