martes, 11 de septiembre de 2018

“No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos.”

Papá, 
He estado rumiando esta cita de Friedrich von Schiller todo el día. ¿Por qué expresarse así de la familia? ¿Habrá tenido Schiller decepciones familiares como las nuestras? O más bien, como la que tendrías si otro de ustedes fuera el muerto y la situación la misma.

Tal vez asumo cosas que no debo sobre ti, después de todo, tú si sabías perdonar.  Tanto que hasta tenías fama de bonachón.  Y lo eras, eras bueno, buena persona en principio, pero tonto no.Si algo o alguien te hacía enojar, encontrabas la manera de ir más allá de eso.  Pero para llegar a eso no siempre era fácil: Rumiabas tu enojo, lo cuidabas, lo acicalabas, lo dejabas crecer y luego explotabas en un acto impulsivo pero liberador, que imagino te daba paz mental, te permitía tal vez perdonar pero no olvidar.

En eso de rumiar mis enojos (al menos los que creo que valen la pena), definitivamente me parezco a ti. En lo que definitivamente no soy como tú es en que yo no perdono. Exploto, sí, me quito el peso de encima así, pero no perdono. No olvido, no perdono.

Y menos cuando parece que alguien busca intencionalmente hacer daño.  Cuando parece que separar todavía más a la familia (desbandada desde que no estás) es su meta.

No entiendo, papá, simplemente no lo entiendo. ¿Cómo puede alguien que es tu  sangre ser tan distinto a ti? ¿De dónde sale tanta mezquindad, tanta vileza?¿Cómo lo perdonaste alguna vez?

Papá, si estás en algún lugar más allá de la nada, espero que me puedas perdonar porque yo no puedo perdonarlo.