Hoy todos dicen que tienen/tuvieron al mejor papá de todos.
Yo no puedo decir eso, porque tú y yo sabemos que no eras perfecto.
Cuando te enojabas, te enojabas de verdad.
Tenías una excelente memoria para recordarnos nuestros errores.
A veces decías "te lo dije" con cierto orgullo en tí mismo cuando nos equivocábamos.
Tu sentido del humor era... Digamos que generalmente tú eras el único en reírte de tus bromas.
(Y con lo mal que todo eso me caía, así también soy yo)
No eras perfecto, no fuiste el mejor papá del mundo.
Tus corajes eran explosivos, tus resoplidos hacían temblar la casa, pero NO estabas siempre enojado, no eras cruel, no nos manipulabas y tu arrepentimiento siempre fue genuino... Así como tu amor todos los días.
Tenías memoria de elefante para con nuestros errores, pero también te acordabas de las pequeñas cosas que nos hacían felices, y así llegaban siempre tus regalos sorpresa, esos regalos porque sí que nos hacías, porque andabas en algún lugar y algo te recordaba a nosotros. Hacías los mejores regalos. Siempre ponías atencion a los que te rodeábamos.
Esos "te lo dije" venían siempre acompañados por una abrazo consolador, una mano en el hombro que nos decía que estaba bien, una broma tonta, tratando de hacernos sentir mejor.
Tu sentido del humor nunca cambió, pero era imposible no reír contigo, si tenías esa risa de vikingo que reverberaba por la casa, esa risa amplia y profunda que dejaba ver tus colmillos felinos. De vampiro, decías, pero a mí siempre me parecieron de gato, como tus ojos.
No eras perfecto, no fuiste el mejor papá del mundo, pero a tu manera siempre intentaste serlo, gracias por eso papá.
Te extrañaré siempre.
Feliz día, donde quiera que estés.