martes, 22 de enero de 2019

Presagio

Papá,
Anoche te soñé.
Por fin, después de todo este tiempo, por fin volví a verte, a escucharte, a estar en tu presencia.
En mi sueño estaba en casa, y no era mi casa (en los sueños nunca nada es lo mismo, aunque lo sea), fui a visitar a mi mamá, y la encontré preocupada porque ibas a regresar, y ya habíamos cambiado la decoración.
A mí me preocupaba saberte muerto y que regresaras.
No se murió, nos equivocamos --me dijo ella--andaba muy lejos, pero tiene que regresar.
¿Lejos en donde?¿por qué regresa ahora? --le contesté (molesta por la idea egoísta de apenas irnos acostumbrando a tu ausencia)--¿A que viene?
Y entonces oí tu risa, fuerte y clara, esa risa tuya que reverberaba en tu pecho. En mi sueño tu risa antecedía tu figura, y mis preguntas no importaban.
Te vi, estabas ahí. Te abracé y como siempre, no pude evitar pensar en lo pesado de tus brazos.
Estabas en casa y era todo lo que importaba.
Llegaste feliz de no sé donde
No te preocupes por la casa--le dijiste a mi mamá--no me voy a quedar mucho.
Ella te sonreía, como si la hubieras sorprendido a media travesura.--¿Y a que vienes entonces?
--Ando buscando a alguien
--¿A quien?¿Te ayudamos?
--No se preocupen, yo quise buscarla, pero quería saludarlas...
Eso fue lo último que supe de ti en mi sueño, porque ya te habías perdido en el pasillo de esa casa que era y no nuestra, y en el aire se quedaron las palabras

Me desperté feliz.
Después de tanto tiempo, tú.
Tu risa
Tus ojos
Tu figura
Tu abrazo

Tú, fugaz, pero tú.

Por un par de horas esta mañana, recordar el sueño fue como cuando el cuerpo recuerda el mar, horas después de haber nadado.


Y entonces  una llamada rompió el encantamiento.
La voz de mi mamá, real y sombría.

Y mi sueño se convirtió en presagio.

¿Por eso te soñé, papá?...Sabías cuánto la quiero.





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